
La sentencia de que “todo vuelve” se confirma con la vuelta de los relojes Casio. Los clásicos de los 80, en su forma de acero plateado, dorado y con calculadora, son hoy el último grito en relojes de pulsera. Los Casio de toda la vida no sólo se han puesto de moda entre los nostálgicos, también las nuevas generaciones calzan en sus muñecas el reloj digital más popular de todos los tiempos, hecho que constata que no solo somos capaces de detener el tiempo, sino también manejarlo a nuestro antojo; lo lleva la quinceañera; el abuelo nunca se lo ha quitado -la batería es casi eterna, ¡diez años de vida!-, y lo recuperamos aquellos que fuimos los primeros en usarlo.
Para quienes vivimos los años 80, todo aquello que nos recuerda, huele y sabe a aquellos maravillosos años, nos complace sin medida. Esto sucede con Casio. Si en aquella época tenías un Casio, molabas; si hoy tienes un Casio, sigues molando, aunque por otra vertiente algo más sofisticada. El regreso de este reloj de pulsera muestra la extravagancia y la complejidad del ser humano que, bajo ese manto de etiquetas hype, retro o vintage, para justificar que se trata de una moda y no que seamos unos freaks, se esconde un haz de nostalgia y sentimentalismo.
El reloj Casio clásico, al que con cariño apodamos “el típico Casio”, es todo un emblema, un signo que representa a una generación. Está claro que han sido muchos otros los objetos que tras años cogiendo polvo han resurgido con fuerza. Pero cuando hablamos de un reloj, hablamos de tiempo, algo mucho más simbólico que cualquier objeto, y por supuesto hablamos de Casio.
La evolución urbanita y sus tendencias merece un estudio en profundidad. Preguntarnos por qué los objetos del pasado ganan y pierden valor a lo largo de los años es una gran incógnita. Mi hipótesis es la necesidad de recurrir al pasado para no perder de vista nuestras raíces, de dónde venimos y todo aquello que ha influido en nosotros. Somos resultado de vivencias, y también de objetos, por eso será que, como de los recuerdos, nos cuesta desprendernos de ellos.
La infancia, los primeros juegos, las sintonías de los dibujos animados en las tardes después del colegio, la merienda; la adolescencia, acicalarnos para ofrecer ese primer beso a un primer amor, los encuentros con los amigos, la primeras incursiones en sociedad y… la hora de vuelta a casa… nos la daba entonces un Casio, un “típico Casio” con alarma incorporada, toda una innovación que nos hacía la vida más fácil para ser puntuales y que no nos castigaran.
En la era digital, la comunicación es la gran protagonista, todo es mucho más sencillo, más veloz, incluso más cercano. Tenemos acceso a infinidad de información y una industria que se excede en colmarnos de gadgets que cubren necesidades básicas y adquiridas. Sin embargo, a veces una tiene la sensación de estar más desconectada que nunca, no de las personas o de las cosas, sino de algo inmaterialmente necesario. Ese algo etéreo es el tiempo y nuestra historia, nuestro pasado, nuestra instante aquí en el mundo. Cómo atraparlo, cómo congelarlo, cómo retener la esencia de un momento entre tanta imagen digital que se pierde de vista de un plumazo y se olvida.
Como los viejos sueños, a los que nunca debemos perder de vista para poder lograrlos, mirar hacia atrás nos ayuda a orientarnos, a saber hacia dónde nos dirigimos. Y es en ese preciso instante, en el que observo los dígitos de mi reloj Casio, ¡el de toda la vida! el que me da la hora en la oscuridad, el que rompiendo el muro del tiempo me permite exprimir unas gotas del pasado y sorberlas lentamente.
Han pasado 10 años desde que escribí este artículo y los relojes Casio siguen más vivos que nunca, especialmente gracias a la mención de Shakira en su último lanzamiento #BZRPMusicSessions #53
